11/05/2025 | “La paz sea con todos ustedes, hermanos y hermanas.” Estas fueron las primeras palabras que el recién elegido Papa León XIV, Robert Francis Prevost, dirigió a su comunidad en todo el mundo desde el balcón papal en la Plaza de San Pedro.
“La paz sea con todos ustedes, hermanos y hermanas.” Estas fueron las primeras palabras que el recién elegido Papa León XIV, Robert Francis Prevost, dirigió a su comunidad en todo el mundo desde el balcón papal en la Plaza de San Pedro.
Profundamente conmovido por la calidez de la gente, este fue su primer mensaje a los fieles:
Palabras del Santo Padre
¡La paz sea con todos ustedes!
Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo del Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También me gustaría que este saludo de paz entrara en sus corazones, llegara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea con ustedes!
Esta es la paz del Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz que desarma, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía a Roma.
El Papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana del día de Pascua. Permítanme dar continuidad a esa misma bendición: Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, y el mal no prevalecerá. Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, seguimos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por Dios y su amor. Ayúdennos también ustedes, unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!
Quiero agradecer también a todos los hermanos cardenales que me eligieron para ser Sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes, como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, trabajando siempre como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín, agustino, que dijo: “con ustedes soy cristiano y por ustedes obispo”. En ese sentido, todos podemos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado.
¡Un saludo especial a la Iglesia de Roma! Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, que dialoga, siempre abierta a acoger, como esta plaza con los brazos abiertos a todos, a todos los que necesitan de nuestra caridad, de nuestra presencia, del diálogo y del amor.
Y si me permiten también, una palabra, un saludo a todos y en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo una Iglesia fiel a Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos y hermanas de Roma, de Italia, de todo el mundo, queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca, especialmente de quienes sufren.
Hoy es el día de la Súplicas a la Virgen de Pompeya. Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor.
Entonces, me gustaría orar junto a ustedes. Oremos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.
¡Ave María…!